Terras Gauda ensaya con robots que llevan la
carga de los agricultores en la vendimia

La bodega gallega participa en un proyecto europeo, cuya inversión total asciende a 6 millones y que también conlleva el uso de robots para detectar y tratar enfermedades en las vides


Juanita Herrera

Pontevedra | 24 de abril de 2024

A pesar de que Emilio Canas estudió Farmacia, siempre ejerció en enología. (Foto: Bodegas Terras Gauda)

En 1989, José María Fonseca dejó su puesto como técnico superior del Instituto Nacional de Empleo con el sueño de fundar una bodega. Licenciado en Ciencias Económicas, siempre había sido un apasionado del mundo del vino hasta que, tras unirse a varios viticultores de Pontevedra (Galicia), pudo poner en marcha su gran proyecto empresarial: Bodegas Terras Gauda.

Actualmente, es la segunda generación de la familia, con Antón y Carmen Fonseca Fernández, la que continúa a cargo de la empresa. La compañía, que ya factura aproximadamente 14 millones de euros al año, cuenta con 45 empleados y sus vinos se exportan a 55 países, entre los que figuran Alemania, Noruega, Suiza, Canadá, México, Japón o Malasia, entre otros.

Pero, en lugar de limitarse únicamente a la elaboración tradicional de vinos, Terras Gauda lleva más de veinte años invirtiendo parte de sus esfuerzos y recursos en proyectos de investigación aplicada. Un paso que fue posible tras la incorporación de Emilio Canas, su director enológico. “Al llegar a Terras Gauda, se me dio la oportunidad desde la Dirección de desarrollar proyectos innovadores, que fue un salto grande en el que siempre estuve interesado”, explica Canas entusiasmado.

La bodega factura unos 14 millones de euros al año, cuenta con 45 empleados y sus vinos se exportan a 55 países

El director enológico explica que la bodega siempre se ha caracterizado por su interés en ampliar sus conocimientos y mejorar sus procesos y productos por medio de la I+D, una visión fundamental para que el viñedo gane en calidad y productividad. Licenciado en Farmacia por la Universidad de Santiago de Compostela, nunca ejerció esta profesión, asiente con una tímida sonrisa.

Ya en tercero de carrera, sus intereses cambiaron y su proyección a futuro pasó de la farmacia hospitalaria a la enología. Aún recuerda cómo empezó a entrarle “el gusanillo” mientras más investigaba, se informaba y leía al respecto. “No había grado de Enología en aquella época, pero la carrera que estaba haciendo toca muchos palos importantes para la elaboración del vino: química orgánica e inorgánica, bioquímica y microbiología”, relata.

Nada detuvo a Canas, quien al acabar sus estudios inició un máster de Viticultura y Enología en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid: “Poco a poco empecé a desarrollar pequeños proyectos de investigación”. Y, a raíz, de su fichaje por Terras Gauda, dejó volar su pasión. Así que, cuando hace tres años le propusieron incluir a las bodegas en un proyecto europeo que conlleva el uso de la Inteligencia Artificial (IA), no dudó ni un segundo.

LOS SOCIOS DEL PROYECTO

Cuando en 2020 se lanzó la convocatoria europea para proyectos Horizon relacionados con la investigación con IA, Seresco les propuso participar en una iniciativa pionera. Esta empresa, desarrolladora de software enfocado en la agricultura y con la que la bodega ya había trabajado anteriormente, buscaba armar una iniciativa sobre esta materia con agentes de distintos países.

Además de la bodega y la propia Seresco, los participantes españoles son el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Centro de Automatización y Robótica (CAR), uno de los más importantes del país en este ámbito. También se sumaron la Universidad Wageningen (Holanda), especializada en IA y robótica aplicada a la agricultura y que, además, “es el centro de referencia a nivel europeo”; el Technical Research Centre (VTT), en Finlandia; y el Instituto BioSense de Serbia, que enfoca su actividad en la robótica para el sector agrícola.

La inversión total del proyecto asciende a unos 6 millones de euros, de los cuales 350.000 fueron sufragados directamente por Terras Gauda. Pero, ¿en qué consiste la iniciativa? En concreto, los socios trabajan con Flexigrowbots, robots flexibles de aire (drones) y tierra. Y, a su vez, el programa cuenta con tres proyectos piloto que están ensayando el uso de la IA para mejorar la agricultura en diversos países. En el caso específico de Terras Gauda, la iniciativa se centra en las vides.

ENFERMEDADES Y SOSTENIBILIDAD

El piloto desarrollado por estos robots en los viñedos gallegos tiene tres objetivos: la detección precoz de enfermedades, el tratamiento de estas y el apoyo a los vendimiadores: “Inicialmente, los drones hacen un recorrido por el viñedo y, después, entran en juego los robots de tierra” allá donde se han detectado posibles patologías o plagas. Así, los robots de tierra se desplazan al lugar específico con geolocalizadores y analizan las imágenes de los racimos comparándolas con una base de datos de enfermedades. Si se detecta la patología en un racimo, “sale otro robot con un brazo articulado para tratar exclusivamente a este”, concluye Canas.

Dentro de esta investigación, Terras Gauda hace hincapié en la principal enfermedad que puede darse en sus viñedos: la botrytis, un hongo que ataca hojas, tallos, flores, fruto. Al inicio del proyecto, el software con el que operaban los robots cometía algunos pequeños errores al identificar la enfermedad, por lo cual se ha ido “alimentando continuamente la base de datos durante los últimos tres años para mejorar su efectividad”. De esta forma “la precisión, eficacia y fiabilidad de la detección de enfermedades en el viñedo han crecido”.

“Con los robots, conseguimos reducir el impacto de tratamientos fitosanitarios para buscar una mayor sostenibilidad”

Con este uso de la IA, además, se pretende potenciar la sostenibilidad de la bodega. Y es que, al tratar a un racimo enfermo específico gracias a los robots, se puede reducir parcialmente el uso de tratamientos fitosanitarios para proteger el viñedo entero.

Por último, el apoyo a los vendimiadores se basa en la utilización de robots de tierra que llevan incorporada una báscula. El equipo tiene una plataforma a la altura de la cintura del agricultor, en la cual se coloca una caja que el operario va llenando con las uvas que corta. Normalmente es él quien carga la fruta, de modo que los robots permiten “agilizar el proceso de vendimia, conseguir mayor productividad y que el vendimiador se agote mucho menos al no cargar con el peso”, defiende Canas.

Cuando se han recolectado 18 kilogramos, el robot avisa a un segundo aparato para que se acerque hasta el vendimiador con una caja vacía mientras se marcha directamente a la bodega: “Así, la uva llega antes a las instalaciones. Eso es importantísimo para la calidad del vino”.




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